Cuenta la historia que hace muchos, muchos años por un pequeño pueblo de Castilla pasó una guerra. El pueblecito estaba situado en una gran colina rocosa a la cual era muy difícil acceder.
El profesor del pueblo era muy católico y siempre rezaba para que los bombardeos acabaran y que no les pasara nada a los habitantes del pueblo.
Un día, mientras que Don Anselmo (así se llamaba el profesor) impartía su clase, oyó una gran explosión que acabó con los cristales y puertas de la escuela, milagrosamente a ninguno de los niños les paso nada, pero cuando Don Anselmo salió a la calle puedo ver la gran catástrofe que había sucedido. Todo el pueblo estaba destrozado; las casas hundidas, los carruajes de caballos y las mulas en el suelo y de las lavanderas que había en el río no quedó ni la ropa.
Don Anselmo intento mantener la calma, educó a los niños contra las armas y como pudo, intentó levantar al pueblo o mejor dicho, intento levantar a los pocos habitantes que quedaban en el pueblo.
Uno de los niños que quedó huérfano quería mucho a Don Anselmo y quería seguir su ejemplo. Nicolás rezaba todos los días para que la guerra acabara y para que en su pueblo no pudieran atacar mas militares.
Sucedió un hecho increíble en este pueblo: Cada vez que los militares intentaban bombardearlo perdían la orientación y cuando lograban encontrarse estaban lejos de allí; o bien porque no les orientaba la brújula, o bien porque había grandes bancos de niebla.
Después de varios siglos, el pueblo fue creciendo y donde antes estaba el pueblo se había creado ahora una preciosa ermita.
Se dice que es un lugar sagrado no se sabe si por Don Anselmo, por el pequeño Nicolás o por pura coincidencia.
Pero cuenta la leyenda que todo aquel que logra subir la montaña curará su enfermedad de inmediato.
Un ejemplo de ello es la historia del niño en silla de ruedas, que subió con su madre y su padre a hombros de éste, les costó mucho esfuerzo lograr subir. La madre rezó durante horas por su hijo, de repente el niño le dijo:-“papa noto las piernas, déjame en el suelo”. En un abrir y cerrar de ojos el niño se puso a andar y pudo bajar el solo la alta colina rocosa.
Muy bien.
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